El yoga no es solo estirarte o moverte.
Es escucharte.
Es volver a casa, a tu cuerpo.

Cada respiración, cada movimiento, te recuerda que estás viva. Que hay fuerza dentro de ti, aunque a veces se esconda bajo el cansancio, las dudas o los cambios del cuerpo.

El poder de conocerte desde dentro

En la premenopausia y la menopausia, el cuerpo cambia. Y con él, cambian muchas cosas más.
Pero este momento no tiene por qué ser una pérdida.
Puede ser una nueva forma de poder.

El yoga ayuda a conectar con esa energía interior.
Cuando trabajas la musculatura interna, cuando respiras profundo y activas los bandhas (los cierres energéticos), despiertas algo más que tus músculos:
despiertas tu fuerza, tu vitalidad, tu fuego.

Es un trabajo sutil, pero muy real.
Cada respiración te une con tu centro.
Cada contracción suave te recuerda que sigues siendo tú: fuerte, sensible y llena de energía.

Una nueva mirada hacia ti

Practicar yoga en esta etapa es volver a mirarte con cariño.
No desde la exigencia, sino desde la presencia.

La fuerza no está solo en los brazos o las piernas.
Está en la calma. En la manera en que respiras. En cómo habitas tu cuerpo.

Cuando te mueves despacio, cuando te escuchas, algo se acomoda dentro.
Y de pronto, la energía empieza a fluir otra vez.

El saludo al sol como meditación

Te propongo una práctica sencilla: el Saludo al Sol.
Pero no el rápido, el de “voy corriendo a todo”.
Sino uno pausado. Consciente.

Cada gesto tiene su respiración.
Cada movimiento, su intención.
Es una danza entre el cuerpo y el aire.

Con la práctica, notarás cómo la mente se aquieta, el cuerpo se despierta y la energía se armoniza.

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